El ex cantante de Chumbawamba ronda la sesentena sintiéndose un radical retirado, invisible, todo rabia y frustración. Tocará armarse de valor y de humor surrealista para recomponerse, hacer las paces con su pasado de anarcopunk infiltrado (¿o vendido?) en el pop mainstream y enfrentarse a un acosador con máscara de bebé.